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jueves, julio 18, 2013

JOSÉ LUIS GARCIA HERRERO, dentro de dos días hará un año (19-07-2012)



José Luis García Herrero

Dentro de dos días hará un año (19-07-2012) que, fatigado de haber y no haber vivido tanto, te marchaste. Tengo miedo, me dijiste. Miedo del cuándo, dónde, cómo… Miedo al abrazo del fuego que todo lo consume. Recuerdo tu voz preguntándote: “Sé que viví, pero no me acuerdo cómo llegué hasta aquí.” Ahora ya sabes cómo. No te queda nada por saber, me lo dijo tu callada palidez cuando te despediste empujado por la enfermedad, llevándote mi nombre, mi rostro, mi voz, dejándome desolada y sola, huérfana para todo el resto de mi tiempo. 

Regresé al mar sin ti. No había gaviotas rompiendo el aire. Ni el mar se hizo poema dentro de una caracola sonora. Ni el poema se disfrazó de ola, ni la ola se vistió de fino encaje. Ya no pude encontrar rosas azules para ofrecerte, sino sombras azules bajo mis ojos, y un silencio de cristal que grita que sobran las palabras. Ahora el mar y tú sois imágenes robadas al tiempo, impresas en un papel. El mar se disolvió contigo en las olas de la noche, desde donde te escucho y escribo. Ahora contemplo sola la vida que me inunda con sus aguas revueltas, dispuesta a arrojarme a la playa como una caracola vacía. Ahora que estás en ningún lugar, el vacío ocupa mis manos, y en tu sillón se sienta la soledad. “Los papeles sobre la mesa, las palabras aprendidas, la memoria tan inútil… Todo son imágenes congeladas en el espejo donde estuviste, y nada es normal ni sencillo.”



Fuiste un hombre de fuerte personalidad, un luchador que construyó su vida y la vivió libre, aunque algunos intentaron acotar tu espacio. Ya no estás, pero tu nombre seguirá ligado a la historia de Ponferrada y Endesa. Tu pensamiento como Doctor en Sociología pervivirá en tus  artículos de opinión. Tu huella como poeta quedará en tus libros: “Yotuel-El contorno del aire”, “Palabras contenidas”, “Agenda de los signos”, “Memoria histórica del último alcalde republicano de Ponferrada, Juan García Arias”, tu padre al que tanto añorabas y junto al que descansas a salvo del olvido.

A los que te queríamos nos queda un puzzle descolocado al que le faltan piezas, y una palabra dibujada en el centro de la página. Una sola en tan ancho campo: Adiós. Nuestras manos tocan una rosa marchita que hace daño en el alma. Tiene la palidez de tu ausencia y el aroma de la despedida. Como siempre tenías razón, compañero, la soledad era esto.
Amparo Carballo Blanco/ 17-07-2013

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