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jueves, octubre 04, 2012

EN NINGÚN LUGAR



EN NINGÚN LUGAR © Amparo Carballo Blanco
(A José luis García Herrero, In memoriam )


  • Donde todo es silencio sobran las palabras. Donde todo es oscuridad sobra la sombra de la noche más clara. No hay pájaros que vuelen sobre un cielo de papel, ni tampoco nieve en la cumbre de la desolación. ¡Y qué desolación, tan lejos de la cumbre!

  • El mar y tú sois imágenes impresas en un papel. El mar ya no existe. Se disolvió contigo en las olas de la noche, desde donde te escucho y escribo.

  • El recuerdo es tan poco que es nada: sólo cenizas olvidadas.

  • Ya no eres, pero estás. Te veo sin verte, porque estás y te has ido. Te oigo como oigo el estruendo del mar que no existe si no es en la memoria.

  • Fatigado de haber y no haber vivido tanto, te marchaste en tres suspiros. Llegué tarde. Te llevaste mi nombre, mi rostro, mi voz. Me dejaste desolada y sola, huérfana para siempre de tus manos.

  • Regresé al mar sin ti, y no había gaviotas rompiendo el aire. Ni el mar se hizo poema dentro de una caracola sonora. Ni el poema se disfrazó de ola, ni la ola se vistió de fino encaje. No he podido encontrar rosas azules, sino sombras azules bajo mis ojos, y un silencio de cristal sin aroma que grita que sobran las palabras.

  • Sólo una palabra dibujada en el centro de la página. Sólo una en tan ancho campo. Todo lo demás  infinito recuerdo de no sé qué. Tenías razón: la soledad era esto.

  • Contemplo la vida que me inunda con sus aguas oscuras y me arroja a la playa como una caracola vacía.

  • De la mitad de tu vida nada sé. De la otra mitad conozco lo que sentí y me hiciste ver. Del final, compartidas imágenes del mar robadas al tiempo, y tu voz preguntándote: sé que viví, pero no me acuerdo cómo llegué hasta aquí.

  • Tengo miedo, me dijiste. Miedo del cuándo, dónde, cómo… Miedo del abrazo del fuego que todo lo consume.
  •  Ahora ya sabes cómo. Sé que no te queda nada por saber. Me lo dice tu callada palidez. 
  • Mis manos tocan una rosa marchita. Me hace daño en el alma. Tiene la palidez de tu ausencia y el aroma de la despedida.
  •  Ahora que estás en ningún lugar el vacío ocupa mis manos, y en tu sillón se sienta la soledad. Los papeles sobre la mesa, las palabras aprendidas, la memoria tan inútil… Todo son imágenes congeladas en el espejo donde estuviste, y nada es normal ni sencillo. Ahora no sé cómo recomponerme: se descolocó el puzzle y me faltan piezas, compañero.

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