LA PULSIÓN DE ISADORA y otros relatos concupiscentes
JESÚS MORAL
Núm.páginas:167
PVP: 20,00€
ISBN: 978-84-92676-79-8
DL:LE-301-2025
Los
aficionados al cava saben que se trata de vino espumoso obtenido mediante una
segunda fermentación en botella del vino base. Son
características sus burbujas que se producen al fermentar el mosto por acción
de las levaduras.
E Isadora es el carbónico que forma las burbujas y, disuelta o retenida, se va desprendiendo lentamente, capítulo a capítulo, relato a relato, para que el lector disfrute de cada copa, con diferente tamaño, a distintas velocidades, en una narración concatenada, que se vive con apasionamiento, sin tabúes, sin inhibiciones, sin pudor ni culpabilidad. Así cada lector disfrutará a su ritmo, aportando a su lectura, sus ‘entrelineas’ yendo incluso ‘más allá de las líneas’ y hasta donde su propio enfoque y experiencia le traslade.
Isadora vive el sexo sin más obstáculos que las dificultades de sus parejas. No tiene duda de lo que busca; se divierte ella, y con ella, ellos, y también nosotros. Aquí no encontrarás pornografía pero sí erotismo, sensualidad, lascivia y concupiscencia. Cada relato es una píldora rejuvenecedora, vital. RISA, DIVERSIÓN Y PLACER LIBERADOR. Su acción salvífica llega a todos los lugares del mundo, como Baubo, la diosa que reía con su vagina.
Isadora liberará tus emociones, desarrollará tu curiosidad y hará volar tu imaginación. Te mantendrá ocupado y distraído, mientras exploras su mundo, tu mundo, Ahora lee, relájate, descansa y disfruta.
Nací
en 1953, en un caserío en medio del monte llamado ‘Carrascal’ en San Quirce de
Riopisuerga, municipio entonces de la provincia de Burgos, hoy pedanía de Alar
del Rey (Palencia) por decisión administrativa de caprichosos funcionarios, en
las proximidades de Peña Amaya, antigua capital cántabra y foco de su
resistencia, de donde proceden mis ancestros en línea paterna, siendo los
maternos oriundos de los alcores vallisoletanos.
Nunca
me arrepentí de lo hecho, sino de lo omitido, pero ¿Quién puede ser mesurado al
juzgar sus propios actos?
Abrevaba
en las fuentes del materialismo histórico, y de la iconoclastia y la
heterodoxia.
Leía
con avidez: de Master y Johnson a Efigenío Amezúa, para hacer el amor como
personas. Y de Marcuse a Mao Tse Tung, para transformar el mundo. El mayo
francés, la isla de Wight, Berkeley, Vietnam. En el verano, guiado por el Che
Guevara, preparaba la revolución en las Tierras de la Reina.
Estudiando
en Valladolid, el PTE me envió a Asturias a reforzar su organización, hasta que
terminé en prisión condenado por el TOP. Conocí, entre otros a los líderes del
‘proceso 1001’: Marcelino Camacho y el asturiano Muñiz Zapico, a cuyo entierro
asistí en La Frecha. Corría el año de 1977. Éramos jóvenes y creíamos en una
democracia política que acabó decepcionándonos.
El
torbellino vital no dejaba tiempo para la reflexión, el activismo político me
impidió finalizar mis estudios de Ciencias Químicas, pero no los de Derecho
estando colegiado en Oviedo y Gijón.
Siempre
aprecié los hornos que mejor ‘arroxan’, y comí pan de algunos de ellos.
Y
ahora, tras superar una difícil enfermedad, me atrevo a contar estas historias
concupiscentes y lascivas, livianas y divertidas. El tiempo envejece deprisa.
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