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Entrevista
1.- ¿Qué papel juega lo sensorial en tu poesía? Por supuesto, debido a tu background
musical está presente el sonido, pero quiero ir más allá. Me refiero al
gusto (pasteles, hojaldre, vino), al tacto (terciopelo, la piel, las
caricias…), etc.

Me percaté a los diecinueve años de que a menudo las cosas se
recordaban tiempo después con nostalgia, pero que mientras se vivían no
se tenía conciencia de que eran uno de “esos” momentos a recordar.
Intento evitarlo. Las sensaciones asociadas a los mismos los
caracterizan y al tiempo me ayudan a recrearlos para mí mismo y para las
posibles lectores.
Me siento más cómodo con luz tenue o, ya en esa línea, con el
atardecer y la noche. Tal vez porque soy fotosensible la luz del sol me
debilita, a veces me marea si me da directamente, y los días soleados
afectan muy negativamente mi estado de ánimo (cuando hay muchos
seguidos, al dormir empiezo a soñar con nubes y con lluvia, no falla).
Por contra, un día nublado, o la luz tenue al caer la tarde, me
provocan satisfacción no sólo estética (los colores me parecen más
bellos, incluso las personas lucen más guapas) sino física. Mi organismo
reacciona así. Con esa base, no es de extrañar que mi mente se haya
configurado con una clara predilección hacia lo poco luminoso.
3.- Otros elementos que encuentro interesantes en tu poesía
son el cine y las artes plásticas (Jim Jarmusch, Odilon Redon…). Me
imagino que ser profesor de Historia de la Música en la carrera de
Historia del Arte te condiciona o alimenta esas referencias, ¿verdad?
Lo del cine me viene desde niño. Desarrollé una vena cinéfila viendo
cine clásico en televisión, en casa de mis abuelos. Luego, ya en la
época del instituto, comencé a comprar revistas de cine y a leer algunos
libros al respecto. En los últimos tiempos incluso he incorporado esta
afición a mi vertiente académica, y he acudido a varios congresos con
temas más o menos cinematográficos.
Lo de las artes plásticas se ha visto incrementado trabajando con
estudiantes de Arte, en efecto. A la hora de buscar ejemplos y
referencias que pudieran entender, o de escuchar las analogías sugeridas
por ellos (solo los idiotas creen que no tienen nada que aprender de
sus alumnos), mi propio bagaje al respecto se ha desarrollado mucho. Es
algo que agradezco, estas cosas siempre mejoran la calidad de vida.
4.- Esta es mi pregunta favorita. ¿Qué te atrae de las flores
y por qué están presentes en tu poesía? las rosas salvajes, las
malvas…. existe todo un repertorio de flores pero no vistas desde un
punto de vista cursi (como podría pensar alguno). Todo lo contrario, tus
flores me parecen más una vanitas barroca, unas flores bellas pero que
se marchitan. ¿Existe algo más detrás de esas flores?
Es una pregunta muy buena. Lo de la vanitas barroca es
cierto. Es una idea que está siempre presente no solo cuando escribo,
sino en mi actitud vital. Creo que a muchas personas les sentaría bien
un poco de eso.
Y algo agitaba los regueros de pétaloscuando partíamos el ocaso entre escombroslos inquietos rayos rebotando estandartesde reflejos de dulces pupilas que aleteanlos jirones de nuestra memoria intensoslos versos y llamas en los sueñosla silenciosa floresta las malvasdiminutas las calles arrasadassólo el crepúsculos nuestras siluetasatrapando los restos de gloria
Pompeyo Pérez, Restos de Gloria I, Las Presencias
Más allá de ello, las flores son muy adecuadas para evocar
sensaciones: hay formas, colores, olores y texturas al tacto. Son muy
útiles para ayudar a crear la atmósfera del poema, además de que me
gustan realmente. Luego hay analogías que no puedo evitar. Cuando
comparo la música de Chopin con las orquídeas, por ejemplo, es porque
siempre me ha parecido que hay una similitud. Existe un sensualismo
morboso en ambas cosas -sin ninguna connotación negativa, al contrario-
que para mí las emparenta.
5.- Háblanos un poco de la libertad de verso y de métrica y de la forma tan visual en la que organizas estos poemas.
Me parece que cada época tiene su lenguaje, y de igual modo que la
música contemporánea no utiliza el mismo lenguaje armónico que las de
siglos anteriores, yo siento lo mismo con respecto a la poesía. De todos
modos pienso que no es algo que llama la atención, la mayoría de las
personas que escriben poesía actualmente usan el llamado verso libre.
En mi caso, pese a esa apariencia de “libertad”, hay mucha
preocupación por la sonoridad, el ritmo y la solidez de la estructura
final. También rimas internas “ocultas”, para favorecer esos ritmos, y a
veces juegos métricos con versos que aluden, por ejemplo, a un poema
anterior y recrean algo de su contenido pero adaptado al pulso del poema
nuevo en el que aparecen.
Claro que es muy posible, y probable, que nadie se de cuenta de eso
al leerme, pero tampoco resulta estrictamente necesario. Cada poema
normalmente me exige muchas versiones (más de quince casi siempre) y
correcciones hasta que me parece que los versos fluyen como si cada uno
tuviera que desembocar ineludiblemente en el siguiente. Es posible que
tenga una percepción exageradamente musical del tema, pero qué puedo
decir, básicamente me siento como un tipo que toca la guitarra. También
cuido mucho dónde cortar el verso, para inducir una pequeña pausa, y uso
espacios en blanco como si fueran silencios en una partitura.
Se acaba de publicar Las Presencias y ya me gustaría
modificar el pulso de dos de los poemas… Aunque eso es buena señal,
significa que estoy a punto para escribir otros nuevos.
La disposición visual creo que influye también en la percepción de
los versos durante la lectura, en el ritmo del lector, de algún modo. Si
eso no ocurre, al menos el resultado en la página tiene cierta
elegancia.
6.- Ahora nos toca hablar sobre la belleza. A pesar de toda
la melancolía, la noche, lo oscuro, etc., observo que en todo lo que
haces existe un intento por buscar la belleza. ¿Es así?
Absolutamente. Me considero un buscador de belleza. Con ese término
no me refiero estrictamente a cosas “bonitas”, sino a los momentos
intensos ya mencionados más arriba en la primera pregunta. Sirven para
aliviar el hastío, de alguna manera son como pequeñas victorias contra
la muerte.
La noche, lo oscuro o la melancolía no están reñidas con la belleza.
Para mí más bien al contrario. De hecho hay algo intrínsecamente bello
en la melancolía. Una vez me hicieron notar que cuando quería elogiar la
belleza de alguien solía incluir una mención a “su mirada triste”.
No había caído hasta que me lo dijeron. De Las Presencias
debo decir que, pese a lo que piensan algunos de sus lectores, yo no lo
encuentro un libro especialmente oscuro o melancólico. Casi diría que es
lo más alegre que he escrito, lo cual podría hacer pensar que debo ser
más lúgubre que el cuervo de Poe, pero no es así en absoluto. Hay algo
de melancolía en el libro, pero también mucha celebración de la vida, y
ningún lamento. Incluso creo que algunos fragmentos tienen bastante
sentido del humor, como los preludios a los tres poemas “góticos”, o la
manera de contar cosas que me han pasado y que de alguna manera me
asombra que hayan ocurrido.
7.- En cuanto a la música, quería dedicarle un apartado
especial. Cole Porter, Nick Cave o Mauro Giuliani son algunos de los
artistas que mencionas en tu poesía. ¿Quieres crear una especie de banda
sonora evocadora en tu poesía? ¿Crees que ayudan a “situar” mejor el
contexto de la poesía?
A veces es un contenido más del poema, como los olores o las
imágenes, así que sí podría decirse que ayuda a “situar”. Recurro a
músicas que forman parte de mi bagaje personal, de igual modo que me
refiero a algunos de mis instrumentos en varias ocasiones. Las alusiones
musicales no actúan estrictamente como una banda sonora, pero para
quien conozca las músicas que menciono (o las busque, aunque no estoy
especialmente interesado en los libros “multimedia”) son un elemento que
puede ayudar a comprender la atmósfera evocada, claro.
Cuando aparecen como cita al principio de un poema, es porque las
tengo asociadas a la escritura del mismo o porque me parece que
entroncan perfectamente con su contenido. Es similar a cuando en otros
momentos pongo una cita literaria de otro autor. En Terciopelo y Fascinación hay muchas más citas musicales explícitas que en Las Presencias, aquel era un libro muy asociado a las sonoridades de la música postpunk.
8.- ¿Cómo te iniciaste en la poesía y por qué ahora dedicas casi el mismo tiempo a la poesía que a la música?
Siempre me ha gustado escribir. Cuando tenía seis o siete años
llamaron a mis padres al colegio. Si mandaban una pequeña redacción
sobre las cosas que hacíamos en vacaciones y cosas así, yo escribía un
cuento de terror, y mis dibujos iban en el mismo sentido. Parece que
básicamente estaban preocupados por si era un psicópata. Mis padres
tranquilizaron a la dirección, por lo visto.
Con la poesía empecé como a los trece años, aunque desde entonces
tengo la costumbre de destruir la mayoría de lo que escribo. Solo se van
salvando del filtro pocas cosas, no tengo ningún interés en que se lea
algo que no me parece bueno (otro tema es que lo que publico pueda
disgustar profundamente a algunos lectores y que piensen que es
malísimo, pero no se puede gustar a todo el mundo. Lo básico es pasar el
examen de uno mismo).
No dedico el mismo tiempo a escribir que a la música, aunque ahora
que varias editoriales parecen haberse interesado un poco, intento
disciplinarme y ser algo más prolífico. Me decidí a escribir Las Presencias
en 2016. Estuve casi todo ese año seriamente enfermo por un virus que
me atacó de manera muy agresiva (y tal vez se combinó con algo más que
nunca se descubrió). Pasaba muchas horas leyendo o escribiendo todo tipo
de cosas (tenía poca movilidad), no sabía si me iba a curar, así que
pensé en sacar una nueva entrega de poemas y mantener mi mente ocupada.
Curiosamente, los poemas más vitalistas y los guiños de humor son todos
de ese periodo de enfermedad.
Retomé el título de un libro anterior (del que hubo dos versiones que
nunca llegaron a publicarse) y alguna pequeña porción de ese material
ya escrito, que reelaboré casi por completo. De cualquier modo, la mayor
parte del libro es totalmente nuevo. Me sorprendió un poco lo
relativamente fácil que conseguí que se publicara, no me lo esperaba.
9.- ¿Cuáles son tus principales influencias? ¿En qué poetas te inspiras o de cuáles tomas elementos o formas de componer?
Mis influencias son todo lo que compone mi bagaje cultural, no sólo
literarias. Ahí entran la música y el cine, ya nombrados, pero también
otras artes, y por supuesto las experiencias vividas, que son parte
esencial de lo que escribo.
A nivel literario tengo influencias muy asentadas, pero creo que se
plasman más en mi manera de pensar y entender la literatura y el mundo
que en cómo escribo. Hablo de Thomas Mann, Albert Camus, Scott
Fitzgerald o Dostoievsky, que leo desde la adolescencia. Podría nombrar
otros, por supuesto, pero esos han estado muy presentes mucho tiempo.
Con Dostoievsky, por ejemplo, empecé a los trece años, cuando leí
Humillados y ofendidos (leía tanto sus novelas que incluso indagué para
familiarizarme con el plano de San Petersburgo en su época).
Con Camus cuando un amigo me regaló La peste el día que cumplí catorce años, y pronto se convirtió en uno de mis referentes morales. Llegué a La montaña mágica de Thomas Mann cuando estaba en COU (equivalente al 2º de bachillerato actual) y una parte de mí se quedó en ese berghof
de Los Alpes para siempre. Contestando esto tomo conciencia de haber
sido un lector un tanto precoz, y como era de ciencias puras, mis
compañeros no es que leyeran demasiado (aunque posiblemente los de
letras tampoco), y eso me convertía en un ser extraño. Por contra tocaba
la guitarra y no era del todo malo jugando al baloncesto; supongo que
eso ayudaba a que no fuera un apestado social, pese a todo.
Luego he tenido enamoramientos de adulto con autores como Patrick
Modiano o Proust (empezó como una relación amor/odio, pero superada esa
fase he leído prácticamente todo lo que escribió). Me gusta recordar que
soy lector de ciencia ficción, pues es algo que mucha gente no entiende
(la desconocen y critican desde la ignorancia). No me imagino sin la
compañía que durante años me han proporcionado Arthur C. Clarke, Robert
Heinlein, Philip K. Dick, Brian Aldiss o Ursula K. Le Guin, por decir
algunos nombres. O la de David Goodis y Jim Thompson en novela negra.
A nivel poético, aunque los ambientes urbanos sobre los que suelo
escribir pudieran hacer pensar lo contrario, la poesía española de los
siglos XVI y XVII me ha influido mucho. Siempre nombro a Garcilaso,
porque ha sido uno de mis modelos para entender cómo deben tratarse el
ritmo y la cadencia de los versos. También he aprendido de autores como
Pere Gimferrer, Luis Alberto de Cuenca o José María Álvarez, con su
capacidad para mezclar con naturalidad la voz personal con riquísimas
influencias culturales de todo tipo.
10.- ¿Consideras que este libro es una especie de
continuación de tu anterior “Terciopelo y Fascinación” o, por el
contrario, has querido ir más allá y explorar otros campos?
Bueno, no sé si más allá. Desde luego es muy diferente, aunque casi
como una personal broma lánguida decidí que el primer verso de Las
Presencias fuera una alusión al último de Terciopelo y Fascinación.
Aquel era un libro donde se recogen sobre todo mi mundo cultural, mis
obsesiones artísticas y una visión más oscura de las cosas. Además,
todos los poemas están relacionados y en conjunto cuentan una historia
bastante sombría. Está lleno de guiños, juegos de espejos y referencias
entre unos poemas y otros. A veces he pensado que necesitaría ir
acompañado de un manual de instrucciones para descifrarlo del todo
(aunque no hace falta, admite una lectura externa sin entrar en todos
esos recovecos). Quizá por esa cualidad un tanto enigmática se ha leído
tan poco.
Las Presencias es bastante autobiográfico, aunque sin caer
en la pornografía emocional, y he intentado resultar menos críptico
(creo que eso lo he conseguido), pero también he experimentado con otros
ritmos y otras estructuras. A veces esa experimentación surge de una
búsqueda interna, y otras la desencadena un estímulo externo. Pongo un
ejemplo: en un par de poemas intenté imitar un ritmo como el de Allen
Ginsberg cuando se grababa leyendo Aullidos.
Sin embargo lo de Ginsberg era una cadencia aplicada a una manera de
leer y lo mío a la escritura; aquello en inglés y esto en castellano,
con todas las diferencias fonéticas y gramaticales; con unos contenidos
que no tienen nada que ver en un caso con el del otro.
¿Entonces cómo funciona el mecanismo? Pues con el impulso que me
generó para empezar con ese juego de una imitación imposible, que acaba
dando un resultado completamente distinto.
Por cierto, he detectado una sorprendente paradoja que me desconcierta un poco. Aparentemente todo el mundo encontró Terciopelo y Fascinación un libro difícil. Sin embargo ahora varias personas me han dicho qué poemas de Las Presencias
les gustan más, y son precisamente aquellos que más se parecen a los de
aquel. A mí me ocurre al contrario, creo que lo mejor de esta entrega
está en los nuevos elementos de estilo trabajados. Supongo que cuando
publique el próximo gustarán estos, en lugar de las posibles novedades
de ese futuro libro. O no, pero es un hecho curioso. Una vez más acabo
sintiéndome extraño frente al sentir general, como si nunca fuéramos al
mismo ritmo.
Deseo añadir que me han parecido unas preguntas muy buenas, muchas
gracias por darme esta oportunidad de expresarme a través de cuestiones
tan bien planteadas.